DECLARACIÓN DE LOS GRUPOS DE TEATRO INDEPENDIENTE
EN EL 9º FESTIVAL INDEPENDIENTE DE TEATRO  ÍNTIMO
ENCUENTRO INTERNACIONAL RAÍCES 2011
EN MÉRIDA, YUCATÁN
La  cultura no es algo puesto encima del ser sino emergente de él. Los  aspectos extrasomáticos de la cultura han terminado por ocultar su  esencia endosomática. La parafernalia del espectáculo sienta así sus  reales  
A  través de crecer en un lugar, se aprende a mirar el mundo de una  determinada manera, se aprende a clasificar e interpretar el entorno  según patrones culturales dados. Aquellos principios ordenadores son,  casi siempre, inconcientes. La cultura resulta entonces aquello con lo que se piensa, de una manera totalmente obvia e irreflexiva. 
Representaciones  acerca del tiempo, del espacio, de la naturaleza, del sexo, para  nombrar sólo algunas dimensiones culturales, están implícitas en el  quehacer y las charlas de la vida cotidiana. Es de ésta comunidad de la  que el extranjero o el fuereño se sienten excluidos: la complicidad de  las bromas, los nombres de pila y la forma de hablar, las permanentes  referencias a lo ya acontecido, la silenciosa pero eficaz comunicación a  través de ademanes, gestos, movimientos corporales, las vertiginosas  referencias al compartido mundo de las representaciones.  
Los  mercaderes que fueron expulsados del templo pretenden confiscar las  culturas emergentes del ser para ponerlas en función del poder que  enajena. Detrás de la profanación de las culturas están aquellos que  ganan más cuanto mayor sea el desierto. Señores gordos, con ojos de  sapo, los dientes apretados y el pulgar humedecido para mayor agilidad  en el recuento de billetes. Han sustituido el misterio y la devoción por  el saqueo. Detrás de la profanación de las culturas está la mala sombra  del negocio que se cierne, como el péndulo implacable, hasta rebajarlo  todo a usura, prosaísmo, nada... Apagar la llama y dejarnos a oscuras es  la intención aunque iluminen pirámides que no entienden. Absoluta  mediocridad.
La  cultura, el arte, el teatro huelen a cuarto cerrado, donde el aire no  corre, está estancado, siempre es el mismo aire. Un cuarto que no se  ventila, que no acepta otros aires. Contundente y absoluta mediocridad.  Las políticas culturales, un erial donde ni siquiera crecen unos cuantos  matorrales, han generado un sistema de ayudas tan viciado como  obsoleto.  
¿Crisis?  No. Aún peor. La cultura, el arte, y el teatro confiscados, se nos  ahogan de cobardía, de conformismo: se nos mueren de banalidad.
Pluralismo,  liberación (libertad), diversidad, tolerancia… palabras hermosas, se  convierten en concepción destinada a destensionar la sociedad para no  modificarla. Y ahí empieza y termina la relevancia de estas palabras  para los mercaderes de conciencias, en la hermosura de su eco, en el  bello sonido… El significado, el contenido de las mismas es totalmente  secundario, no comporta un programa, una actitud, una batalla. Es la  idea por la idea misma, no por su consecución.
¿De  qué libertad nos hablan? Los medios de producción siguen en poder de  unos pocos, son ellos los que deciden qué van a producir y cómo, es  decir, son ellos los que determinan entre cuántos productos (culturales,  alimenticios, farmacéuticos, etc.) podrán “elegir libremente” los  futuros consumidores, el año próximo sin siquiera garantías de  saludables.
¿Dónde  está la igualdad? La distribución de la riqueza es tan injusta que el  abismo aumenta de manera galopante: cada vez hay más pobres en el sur e,  incluso, en el seno de las sociedades industrializadas, las capas de  marginados aumentan en número, mientras los ricos se hacen más ricos.
Por  lo tanto, ¿qué democracia hemos de celebrar? Si la libertad, la  justicia y la igualdad son, al menos -y para no incurrir en extremos  panfletarios- precarias… ¿cómo se puede considerar “democracia” a un  sistema que soporta tales valores?
¿Se aprecia diversidad informativa en los medios de comunicación?  ¿Dan cabida a las minorías? ¿Desplazan el autoritarismo y la violencia?  No puede expresar pluralismo aquel a quien no le interesa: apenas hay  cinco grandes agencias de noticias en el mundo que sirven a todos los  medios de comunicación, sólo cinco grupos que marcan la agenda de la  actualidad.
¿Y nosotros? ¿Dónde estamos nosotros?
A  la cultura que emerge desde los corredores del poder (que todos  cedemos) oponemos la cultura de los que no ceden poder alguno sino que  lo retienen para transformarlo en creatividad alternativa siempre  dispuesta a socavar la delegación de ese poder en las instituciones  
Es ahora cuando hay que sustituir la estética de las descrispación moderna por la ética de la indignación. Es ahora cuando “hay  que subvertir la inmoralidad dominante […] levantar la voz para  amotinarse contra los miserables que nos han traído hasta aquí 1”. Toda  la máquina de la tradición cultural de Occidente es una máquina de  muerte, una negación de la realidad, el reino de lo ficticio que ha  acumulado todo tipo de infamias y vejaciones, de explotación y  genocidio. Si el rechazo de toda esta lógica de producción es condenado  como locura, entonces debemos distinguir entre locura y locura.” 2
Las  sociedades en las cuales actuamos diseñan ciudadanos no violentos que,  sin embargo, indultan la necrófila violencia estructural del sistema.  Así, nuestras democracias completan el perfil del totalitarismo: el  régimen totalitario se consuma plenamente cuando suprime la misma noción  de resistencia contrabandeando la idea que ante el sistema nada puede  hacerse, salvo postrarse.  
Contra  esta resignación, nace nuestra certeza de que el teatro, el arte, la  cultura que emerge de los seres no pueden permanecer indiferentes a los  hechos, ni pueden permitir la indiferencia de los individuos. Y aupada a  esos hombros, entiende que el arte no puede ser sino una revolución  permanente: una revolución pensada desde el propio arte para agitar lo  que está más allá del arte.
Creemos  en un teatro que combate el concepto del poder como principio: tanto en  la sociedad como en el teatro. Creemos en un teatro dispuesto a  enjuiciar nuestro tiempo y a enjuiciarnos a nosotros mismos, que reclame  nuestro derecho a la indignación y, exprese la fuerza poética de  nuestra rabia y recupere la impertinencia como valor existencial. Un  teatro que no crea en dogmas ni verdades absolutas, pero que tampoco  crea que todo vale...
Un  teatro que desprecie su vanidad y no se rinda culto. Un teatro desnudo:  sin viejos uniformes ni atavíos de última moda, que no halla  satisfacción elitista en la “automarginación alternativa”, pero que  también sea capaz de contestar al teatro comercial e institucional. Un  teatro honesto, presto a dimitir del teatro al instante de perder la fe  en sí mismo.  
Creemos  en un teatro que busca el mar infatigable y no se conforma con  encontrar caminos fáciles. Un teatro que no se resigna, un espacio de  resistencia. Porque el final de las resistencias inaugura una era huérfana de escrúpulos que allana el terreno a la barbarie.
Esos  son los dominios del arte, el amplio territorio de la fantasía en la  revolución. No se precisan sermones, ni pastores moralizantes, ni  realismo socialista. El arte debe recuperarse, en el marco de la  multiculturalidad, a sí mismo por la vía de la belleza y el compromiso:  ser capaz, a un tiempo, de embriagar como la acacia y de morder como los  lobos. Destruir con argumentos, éticos y estéticos, los montajes del  poder en cada lugar. Robarles a los vencedores de siempre las armas con  que mutilan cuerpos y espíritus para que, en adelante, jamás vuelvan a  luchar con ventaja.  
Acercarse al hombre para romper el espectáculo del mercado es nuestro objetivo. Pero… para destruir efectivamente la sociedad del espectáculo son necesarios hombres que pongan en acción una fuerza práctica...”3 que  desestructure las muchas obviedades sobre las que se asienta la  sociedad de consumo de productos culturales y todos los otros productos  que percolan a la/s cultura/s con dependencias esclavizantes y entornos enfermantes.
La  sociedad capitalista ha degradado la cultura a mero producto vendible.  Otro producto más en el mercado que, como el resto, se valora por su  rentabilidad. El éxito de una propuesta es un rubro cuantitativo,  indiferente a la calidad, la verdad o el riesgo de la misma; y ese  impostor adquiere rango de ley en estas circunstancias. El modelo  dominante identifica el gusto con el consumo: lo que funciona (genera  negocio) es bueno, y eso está bien. Este programa ha alienado al arte y  al artista, tanto como al espectador. Todos aparecen en comunión con la  herejía. Atrás quedaron los grandes propósitos: “La función del arte es la renovación de nuestro modo de ver el mundo4”.  
Queremos  recuperar el teatro artesanal, que es del actor y de la palabra, no del  artificio. Porque queremos rescatar el silencio y la poesía. Porque  necesitamos creer que, detrás de la penumbra, el horizonte se ofrece  como una promesa. Por eso hemos decidido juntarnos y asociarnos en este  9º Festival de Teatro Independiente para fortalecer el FITI y Cruzando  Fronteras.
Ningún  burladero nos sirve en la esperanza de encontrarnos con tantas personas  que, como nosotros, se encuentran en mitad de esta encrucijada, con más  preguntas que respuestas.
El  arte se pierde el respeto a sí mismo cuando acepta su condición de  mercancía. El artista extravía su esencia cuando cambia la manufactura  artesanal por la producción en cadena, que estandariza la imaginación y  destierra la verdad de su oficio. Por último, el público es reducido a  la noción de masa amorfa, anónima, cuya participación del acto artístico  es insignificante, acaso numérica: la cifra de su butaca y la que pagó  por su abono.
¿Para qué sirve, entonces, el arte?, “¿Qué  queremos hacer con el teatro? ¿Tenemos que resignarnos a ser guardianes  de sus formas, gobernados por turistas, por funcionarios del mecenazgo,  por los reglamentos del solemne museo del “espectáculo viviente”? ¿O  queremos decidir con nuestras acciones por qué este artesanado es para  cada uno de nosotros tan necesario; qué hay que extraer de este  prestigioso vestigio de una sociedad que ya no existe; con quién hay que  luchar para reconocer los secretos y las potencialidades de nuestro  quehacer; cómo y dónde refundir y utilizar nuevamente sus materiales y  sus substancias?”5  
No. El espectáculo no debe continuar. Porque “el espectáculo no quiere llegar a ninguna parte que no sea a sí mismo6”. Queremos romper con la dinámica espectacular, condición sine qua non  para que el arte cambie su relación con el espectador, con el oficio y  con el mundo. Solo así el arte podrá reencontrarse consigo mismo. Y  romper con otras espectacularidades como las del agujero en la capa de  ozono, los ríos de plástico, las emisiones enfermantes y los escapes  radioactivos.
Estos  son los motivos profundos que impulsan la iniciativa de esta nueva  constelación de grupos de teatro independiente que hemos confluido en  este Festival:
- Cambiar la relación con el público en el sentido de intimar con él
 
- Cambiar la relación con el teatro mismo para recuperar la verdad profunda del teatro, apartarnos de fomentar la vanidad del artista para desempeñar con humildad nuestro oficio
 
- Cambiar la relación con el mundo: El arte ha de generar belleza o verdad, emoción, crispación o rechazo pero, siempre, debate. El teatro es una experiencia de recepción colectiva, pero cada individuo tiene su propia sensibilidad y bagaje existencial, que determinan la interpretación de lo que ha recibido. No hay dos personas que sientan igual. A nosotros nos interesa cada una en sí misma, por eso planteamos la necesidad de un debate posterior a la función. Tomarnos tiempo para reflexionar y poner en común nuestras reflexiones con un grupo, compartirlas; pensar con el otro, escuchar las razones del otro, discutir libremente con el otro, permitir el conflicto y la disensión supone, en estos tiempos, un acontecimiento extraordinario, esta sí que es una verdadera obra de arte.
 
En  primer lugar, porque alteramos el discurso del individualismo y la  pasividad: nos unimos para tomar conciencia y actuar. Y en segundo  término, porque nos mantiene conectados con el público, en una relación  de igualdad, lo que nos facilita conocer, de primera mano, sus críticas e  impresiones sobre nuestro trabajo, hecho que nos proporciona la  posibilidad de desarrollarnos y mejorar en  el oficio.
Los  órganos de gestión cultural han desarrollado el engranaje burocrático  hasta el exceso. Su carácter inoperante solo es comparable a su viciado  funcionamiento: ayudas y subvenciones que son concedidas de memoria,  circuitos que programan los mismos nombres de siempre, pagos demorados  hasta la eternidad. Más que un aliado, parece un enemigo que distrae de  lo verdaderamente importante y provoca un desgaste sin retorno.  
Si  el desaliento expande sus dominios, si decepción se corona... y  nuestros sueños se alejan, en este punto, hay que pararlo todo.  Repensarlo todo, empezando por nosotros mismos que abrazamos la máxima  artaudiana de “hacer lo que soñamos o no hacer nada”.
Y decimos “No”.  
No,  a dejar nuestro futuro y nuestros sueños en manos de los funcionarios  de la cultura, que toman decisiones como si acertaran una adivinanza.
No, a que el mercado tiranice nuestro oficio.
No, a que la sociedad del espectáculo silencie nuestra voz por ser críticos o no apuntarnos a la moda.
No, al talento del artista como condición suficiente. Ni al arte que cree que se mancha si se compromete.  
No, a la belleza como excusa para esconderse.
Vamos  a hacer lo que soñamos. Y lo vamos a hacer ahora, porque luego será  demasiado tarde. Creemos en lo que hacemos, y esa fe nos basta para  ponernos en camino. Iremos con lo puesto, sin adornos ni terciopelo,  pero que nadie subestime el valor de nuestros pasos, porque nos mueve la  búsqueda de la verdad, y tenemos el convencimiento de que resistiremos. 
  
Vamos  a seguir batallando. Lo que no nos guste, lo diremos…y esto no nos  gusta. Lo que esté mal, lo diremos… y esto está mal. Pero aunque todo  siga igual, igual de feo e igual de mal que ahora, nosotros seguiremos  batallando. Porque no vamos a dejar que nadie gestione nuestra propia  esperanza y porque solo precisamos un salón y una casa, para hacer de  nuestra decepción un acto creativo, digno y auténtico.
No  necesitamos el favor de los gerifaltes de la cultura ni es  imprescindible para sobrevivir que nos acepten en sus círculos selectos y  superfluos. Que esperen los mercaderes del negocio. Podemos tejer una  red de apoyo mutuo y multiplicar los salones donde proliferen  Teatro-Danza-Pintura-Música para que el arte reconquiste el espíritu de  la subversión que nunca debió perder.
1  Torres López, J. y Garzón Espinosa, A. La  crisis financiera. Guía para entenderla y explicarla.  ATTAC. Madrid. 2009. (Fragmento del prólogo a cargo de Pascual  Serrano)
3  Debord, Guy. La sociedad del espectáculo. Pretextos. 1999.
4  Vilar, Gerard. La  filosofía de la cultura (artículo  aparecido en Historia de las ideas  estéticas y de las teorías artísticas contemporáneas. Volumen  I). Ed. La balsa de Medusa Visor.  Madrid. 2000.
5Barba,  Eugenio. La casa de los orígenes y del  retorno. Discurso pronunciado al  recibir el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de  Varsovia. Polonia. 2003.
6Debord,  Guy. La sociedad del espectáculo. Pretextos. 1999.
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