miércoles, 30 de marzo de 2011

RETOÑOS 2011

DECLARACIÓN DE LOS GRUPOS DE TEATRO INDEPENDIENTE
EN EL 9º FESTIVAL INDEPENDIENTE DE TEATRO ÍNTIMO
ENCUENTRO INTERNACIONAL RAÍCES 2011
EN MÉRIDA, YUCATÁN

La cultura no es algo puesto encima del ser sino emergente de él. Los aspectos extrasomáticos de la cultura han terminado por ocultar su esencia endosomática. La parafernalia del espectáculo sienta así sus reales

A través de crecer en un lugar, se aprende a mirar el mundo de una determinada manera, se aprende a clasificar e interpretar el entorno según patrones culturales dados. Aquellos principios ordenadores son, casi siempre, inconcientes. La cultura resulta entonces aquello con lo que se piensa, de una manera totalmente obvia e irreflexiva. 

 

Representaciones acerca del tiempo, del espacio, de la naturaleza, del sexo, para nombrar sólo algunas dimensiones culturales, están implícitas en el quehacer y las charlas de la vida cotidiana. Es de ésta comunidad de la que el extranjero o el fuereño se sienten excluidos: la complicidad de las bromas, los nombres de pila y la forma de hablar, las permanentes referencias a lo ya acontecido, la silenciosa pero eficaz comunicación a través de ademanes, gestos, movimientos corporales, las vertiginosas referencias al compartido mundo de las representaciones.

Los mercaderes que fueron expulsados del templo pretenden confiscar las culturas emergentes del ser para ponerlas en función del poder que enajena. Detrás de la profanación de las culturas están aquellos que ganan más cuanto mayor sea el desierto. Señores gordos, con ojos de sapo, los dientes apretados y el pulgar humedecido para mayor agilidad en el recuento de billetes. Han sustituido el misterio y la devoción por el saqueo. Detrás de la profanación de las culturas está la mala sombra del negocio que se cierne, como el péndulo implacable, hasta rebajarlo todo a usura, prosaísmo, nada... Apagar la llama y dejarnos a oscuras es la intención aunque iluminen pirámides que no entienden. Absoluta mediocridad.

La cultura, el arte, el teatro huelen a cuarto cerrado, donde el aire no corre, está estancado, siempre es el mismo aire. Un cuarto que no se ventila, que no acepta otros aires. Contundente y absoluta mediocridad. Las políticas culturales, un erial donde ni siquiera crecen unos cuantos matorrales, han generado un sistema de ayudas tan viciado como obsoleto.

¿Crisis? No. Aún peor. La cultura, el arte, y el teatro confiscados, se nos ahogan de cobardía, de conformismo: se nos mueren de banalidad.

Pluralismo, liberación (libertad), diversidad, tolerancia… palabras hermosas, se convierten en concepción destinada a destensionar la sociedad para no modificarla. Y ahí empieza y termina la relevancia de estas palabras para los mercaderes de conciencias, en la hermosura de su eco, en el bello sonido… El significado, el contenido de las mismas es totalmente secundario, no comporta un programa, una actitud, una batalla. Es la idea por la idea misma, no por su consecución.

¿De qué libertad nos hablan? Los medios de producción siguen en poder de unos pocos, son ellos los que deciden qué van a producir y cómo, es decir, son ellos los que determinan entre cuántos productos (culturales, alimenticios, farmacéuticos, etc.) podrán “elegir libremente” los futuros consumidores, el año próximo sin siquiera garantías de saludables.

¿Dónde está la igualdad? La distribución de la riqueza es tan injusta que el abismo aumenta de manera galopante: cada vez hay más pobres en el sur e, incluso, en el seno de las sociedades industrializadas, las capas de marginados aumentan en número, mientras los ricos se hacen más ricos.

Por lo tanto, ¿qué democracia hemos de celebrar? Si la libertad, la justicia y la igualdad son, al menos -y para no incurrir en extremos panfletarios- precarias… ¿cómo se puede considerar “democracia” a un sistema que soporta tales valores?

¿Se aprecia diversidad informativa en los medios de comunicación? ¿Dan cabida a las minorías? ¿Desplazan el autoritarismo y la violencia? No puede expresar pluralismo aquel a quien no le interesa: apenas hay cinco grandes agencias de noticias en el mundo que sirven a todos los medios de comunicación, sólo cinco grupos que marcan la agenda de la actualidad.

¿Y nosotros? ¿Dónde estamos nosotros?

A la cultura que emerge desde los corredores del poder (que todos cedemos) oponemos la cultura de los que no ceden poder alguno sino que lo retienen para transformarlo en creatividad alternativa siempre dispuesta a socavar la delegación de ese poder en las instituciones

Es ahora cuando hay que sustituir la estética de las descrispación moderna por la ética de la indignación. Es ahora cuando “hay que subvertir la inmoralidad dominante […] levantar la voz para amotinarse contra los miserables que nos han traído hasta aquí 1. Toda la máquina de la tradición cultural de Occidente es una máquina de muerte, una negación de la realidad, el reino de lo ficticio que ha acumulado todo tipo de infamias y vejaciones, de explotación y genocidio. Si el rechazo de toda esta lógica de producción es condenado como locura, entonces debemos distinguir entre locura y locura.” 2

Las sociedades en las cuales actuamos diseñan ciudadanos no violentos que, sin embargo, indultan la necrófila violencia estructural del sistema. Así, nuestras democracias completan el perfil del totalitarismo: el régimen totalitario se consuma plenamente cuando suprime la misma noción de resistencia contrabandeando la idea que ante el sistema nada puede hacerse, salvo postrarse.

Contra esta resignación, nace nuestra certeza de que el teatro, el arte, la cultura que emerge de los seres no pueden permanecer indiferentes a los hechos, ni pueden permitir la indiferencia de los individuos. Y aupada a esos hombros, entiende que el arte no puede ser sino una revolución permanente: una revolución pensada desde el propio arte para agitar lo que está más allá del arte.

Creemos en un teatro que combate el concepto del poder como principio: tanto en la sociedad como en el teatro. Creemos en un teatro dispuesto a enjuiciar nuestro tiempo y a enjuiciarnos a nosotros mismos, que reclame nuestro derecho a la indignación y, exprese la fuerza poética de nuestra rabia y recupere la impertinencia como valor existencial. Un teatro que no crea en dogmas ni verdades absolutas, pero que tampoco crea que todo vale...

Un teatro que desprecie su vanidad y no se rinda culto. Un teatro desnudo: sin viejos uniformes ni atavíos de última moda, que no halla satisfacción elitista en la “automarginación alternativa”, pero que también sea capaz de contestar al teatro comercial e institucional. Un teatro honesto, presto a dimitir del teatro al instante de perder la fe en sí mismo.

Creemos en un teatro que busca el mar infatigable y no se conforma con encontrar caminos fáciles. Un teatro que no se resigna, un espacio de resistencia. Porque el final de las resistencias inaugura una era huérfana de escrúpulos que allana el terreno a la barbarie.

Esos son los dominios del arte, el amplio territorio de la fantasía en la revolución. No se precisan sermones, ni pastores moralizantes, ni realismo socialista. El arte debe recuperarse, en el marco de la multiculturalidad, a sí mismo por la vía de la belleza y el compromiso: ser capaz, a un tiempo, de embriagar como la acacia y de morder como los lobos. Destruir con argumentos, éticos y estéticos, los montajes del poder en cada lugar. Robarles a los vencedores de siempre las armas con que mutilan cuerpos y espíritus para que, en adelante, jamás vuelvan a luchar con ventaja.

Acercarse al hombre para romper el espectáculo del mercado es nuestro objetivo. Pero… para destruir efectivamente la sociedad del espectáculo son necesarios hombres que pongan en acción una fuerza práctica...”3 que desestructure las muchas obviedades sobre las que se asienta la sociedad de consumo de productos culturales y todos los otros productos que percolan a la/s cultura/s con dependencias esclavizantes y entornos enfermantes.

La sociedad capitalista ha degradado la cultura a mero producto vendible. Otro producto más en el mercado que, como el resto, se valora por su rentabilidad. El éxito de una propuesta es un rubro cuantitativo, indiferente a la calidad, la verdad o el riesgo de la misma; y ese impostor adquiere rango de ley en estas circunstancias. El modelo dominante identifica el gusto con el consumo: lo que funciona (genera negocio) es bueno, y eso está bien. Este programa ha alienado al arte y al artista, tanto como al espectador. Todos aparecen en comunión con la herejía. Atrás quedaron los grandes propósitos: “La función del arte es la renovación de nuestro modo de ver el mundo4.

Queremos recuperar el teatro artesanal, que es del actor y de la palabra, no del artificio. Porque queremos rescatar el silencio y la poesía. Porque necesitamos creer que, detrás de la penumbra, el horizonte se ofrece como una promesa. Por eso hemos decidido juntarnos y asociarnos en este 9º Festival de Teatro Independiente para fortalecer el FITI y Cruzando Fronteras.

Ningún burladero nos sirve en la esperanza de encontrarnos con tantas personas que, como nosotros, se encuentran en mitad de esta encrucijada, con más preguntas que respuestas.

El arte se pierde el respeto a sí mismo cuando acepta su condición de mercancía. El artista extravía su esencia cuando cambia la manufactura artesanal por la producción en cadena, que estandariza la imaginación y destierra la verdad de su oficio. Por último, el público es reducido a la noción de masa amorfa, anónima, cuya participación del acto artístico es insignificante, acaso numérica: la cifra de su butaca y la que pagó por su abono.

¿Para qué sirve, entonces, el arte?, “¿Qué queremos hacer con el teatro? ¿Tenemos que resignarnos a ser guardianes de sus formas, gobernados por turistas, por funcionarios del mecenazgo, por los reglamentos del solemne museo del “espectáculo viviente”? ¿O queremos decidir con nuestras acciones por qué este artesanado es para cada uno de nosotros tan necesario; qué hay que extraer de este prestigioso vestigio de una sociedad que ya no existe; con quién hay que luchar para reconocer los secretos y las potencialidades de nuestro quehacer; cómo y dónde refundir y utilizar nuevamente sus materiales y sus substancias?”5

No. El espectáculo no debe continuar. Porque “el espectáculo no quiere llegar a ninguna parte que no sea a sí mismo6. Queremos romper con la dinámica espectacular, condición sine qua non para que el arte cambie su relación con el espectador, con el oficio y con el mundo. Solo así el arte podrá reencontrarse consigo mismo. Y romper con otras espectacularidades como las del agujero en la capa de ozono, los ríos de plástico, las emisiones enfermantes y los escapes radioactivos.

Estos son los motivos profundos que impulsan la iniciativa de esta nueva constelación de grupos de teatro independiente que hemos confluido en este Festival:

  1. Cambiar la relación con el público en el sentido de intimar con él

  1. Cambiar la relación con el teatro mismo para recuperar la verdad profunda del teatro, apartarnos de fomentar la vanidad del artista para desempeñar con humildad nuestro oficio

  1. Cambiar la relación con el mundo: El arte ha de generar belleza o verdad, emoción, crispación o rechazo pero, siempre, debate. El teatro es una experiencia de recepción colectiva, pero cada individuo tiene su propia sensibilidad y bagaje existencial, que determinan la interpretación de lo que ha recibido. No hay dos personas que sientan igual. A nosotros nos interesa cada una en sí misma, por eso planteamos la necesidad de un debate posterior a la función. Tomarnos tiempo para reflexionar y poner en común nuestras reflexiones con un grupo, compartirlas; pensar con el otro, escuchar las razones del otro, discutir libremente con el otro, permitir el conflicto y la disensión supone, en estos tiempos, un acontecimiento extraordinario, esta sí que es una verdadera obra de arte.

En primer lugar, porque alteramos el discurso del individualismo y la pasividad: nos unimos para tomar conciencia y actuar. Y en segundo término, porque nos mantiene conectados con el público, en una relación de igualdad, lo que nos facilita conocer, de primera mano, sus críticas e impresiones sobre nuestro trabajo, hecho que nos proporciona la posibilidad de desarrollarnos y mejorar en el oficio.


Los órganos de gestión cultural han desarrollado el engranaje burocrático hasta el exceso. Su carácter inoperante solo es comparable a su viciado funcionamiento: ayudas y subvenciones que son concedidas de memoria, circuitos que programan los mismos nombres de siempre, pagos demorados hasta la eternidad. Más que un aliado, parece un enemigo que distrae de lo verdaderamente importante y provoca un desgaste sin retorno.

Si el desaliento expande sus dominios, si decepción se corona... y nuestros sueños se alejan, en este punto, hay que pararlo todo. Repensarlo todo, empezando por nosotros mismos que abrazamos la máxima artaudiana de “hacer lo que soñamos o no hacer nada”.

Y decimos “No”.

No, a dejar nuestro futuro y nuestros sueños en manos de los funcionarios de la cultura, que toman decisiones como si acertaran una adivinanza.

No, a que el mercado tiranice nuestro oficio.

No, a que la sociedad del espectáculo silencie nuestra voz por ser críticos o no apuntarnos a la moda.

No, al talento del artista como condición suficiente. Ni al arte que cree que se mancha si se compromete.

No, a la belleza como excusa para esconderse.

Vamos a hacer lo que soñamos. Y lo vamos a hacer ahora, porque luego será demasiado tarde. Creemos en lo que hacemos, y esa fe nos basta para ponernos en camino. Iremos con lo puesto, sin adornos ni terciopelo, pero que nadie subestime el valor de nuestros pasos, porque nos mueve la búsqueda de la verdad, y tenemos el convencimiento de que resistiremos. 
 

Vamos a seguir batallando. Lo que no nos guste, lo diremos…y esto no nos gusta. Lo que esté mal, lo diremos… y esto está mal. Pero aunque todo siga igual, igual de feo e igual de mal que ahora, nosotros seguiremos batallando. Porque no vamos a dejar que nadie gestione nuestra propia esperanza y porque solo precisamos un salón y una casa, para hacer de nuestra decepción un acto creativo, digno y auténtico.

No necesitamos el favor de los gerifaltes de la cultura ni es imprescindible para sobrevivir que nos acepten en sus círculos selectos y superfluos. Que esperen los mercaderes del negocio. Podemos tejer una red de apoyo mutuo y multiplicar los salones donde proliferen Teatro-Danza-Pintura-Música para que el arte reconquiste el espíritu de la subversión que nunca debió perder.


1 Torres López, J. y Garzón Espinosa, A. La crisis financiera. Guía para entenderla y explicarla. ATTAC. Madrid. 2009. (Fragmento del prólogo a cargo de Pascual Serrano)
2 Bonnano, A.M. El placer armado. Ediciones Revuelta del Deseo. Madrid. 2000.
3 Debord, Guy. La sociedad del espectáculo. Pretextos. 1999.
4 Vilar, Gerard. La filosofía de la cultura (artículo aparecido en Historia de las ideas estéticas y de las teorías artísticas contemporáneas. Volumen I). Ed. La balsa de Medusa Visor. Madrid. 2000.
5Barba, Eugenio. La casa de los orígenes y del retorno. Discurso pronunciado al recibir el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Varsovia. Polonia. 2003.
6Debord, Guy. La sociedad del espectáculo. Pretextos. 1999.

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